El “pegging” es una de esas traslaciones habituales de roles. Concretamente, en una pareja heterosexual, se asume como convenido e incuestionable: él penetra y ella recibe. Con el “pegging”, el mundo se trastoca; ella da y él recibe.
Como práctica erótica, se trata de una variante de la sodomía, en la que la mujer se ayuda de un arnés (consistente en un consolador sujetado con correas) o un strap on (Consolador doble sin correas) para poder penetrar analmente a su pareja masculina.
Si bien parece no tener mucho misterio, ésta práctica tiene el plus de satisfacción que te da el romper las reglas y convenciones y es que, a un varón heterosexual, lo de asumir una posición “pasiva” en eso de las penetraciones, y hacerlo además por el ano… no es algo que vaya practicando todos los días.
Es un recelo fundamentalmente cultural, pues desde la antigua Roma, lo de la virilidad y “el dar” vienen indefectiblemente asociados, porque, si al reparto de placeres nos referimos, podríamos decir que si el coito vaginal es fundamentalmente una práctica que favorece y da preponderancia al placer masculino, pues en el “pegging”, pasa exactamente lo mismo.
La presencia de la próstata en el camino del consolador hace que su estimulación pueda provocarle sensaciones de gozo al varón e inducirle al orgasmo, mientras que a la mujer, y salvo las debidas excepciones, lo de atarse algo en las caderas y empujar un poquito no suele en sí mismo elevarlas al séptimo cielo en cuanto al placer estrictamente físico, pero para eso se inventaron los strap on que constan de un pequeño consolador vaginal y una extensi{on
Ya existen muchos arneses con varias funciones para practicar “pegging”
Bien es verdad que se pueden emplear arneses de doble dildo, en el que uno va para el varón y su trasera, y el otro se introduce en la vagina de la mujer para que vaya haciendo de las suyas, pero lo aparatoso del utillaje y la falta de precisión no suelen producir los efectos deseados. Y es que el “pegging”, frente a lo que proclaman los exegetas de cada práctica erótica que suele publicitarse como nueva (de nueva, debe tener lo mismo que el andar de pie…) y como el súmmum del placer, no facilita especialmente en su operativa lo de alcanzar el orgasmo (para ello, hay eróticas e instrumentales muchísimo más eficaces), sino más bien el de producir el placer que aludíamos al principio de verse en un momento trasladado al rol del otro.
Estimular una próstata no es del todo sencillo y exige pillarle el truco, y si a eso se le añade el tener que hacerlo con una prótesis insensible que suele moverse bastante por libre, la cosa se complica mucho más. No digo esto para minusvalorar el “pegging” o para no recomendar el probarlo si a los “contendientes” les viene en gana, sino simplemente para contrarrestar un poco el optimismo de los que puedan creer que hay un antes y un después del “pegging” en la historia de las relaciones eróticas entre dos individuos. De todas formas, es importante decir que muchos fabricantes de arneses han mejorado sus productos. Y siempre conviene usar arneses de cuero de calidad para impedir que se mueva el dildo.
Sobre todo, sentido común
Si se quiere probar, siempre conviene, como casi en todas las ocasiones de la vida, el emplear el sentido común. Por ejemplo, no olvidando que, anatómicamente, el ano, sea del sexo que sea, no está preparado para que le entren con muchas historias, por lo que hay que conseguir un estado de aceptación y de intensidad lo suficientemente conveniente como para meterse en estas honduras. También es más que recomendable el uso de un buen lubricante, así como saber echarle bien el ojo a la medida del “falo” del arnés, pues no se trata de asustar a nadie ni tampoco le hace falta mucha envergadura al sintético miembro para alcanzar la próstata que se encuentra localizable, en el recto, a apenas unos centímetros del ano. Y a la hora de moverse (y por más que a una le dan ganas de cobrarse todos los empujones que ha recibido en su vida), prudencia, suavidad, ternura y cariño (si no, no va a haber machote que vuelva a ponerse a cuatro patas delante nuestro… al menos, no ése que te muestra ahora sus nalgas).
Además…